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¿Podrías decir algo sobre tu pasado? ¿Qué te enseñó la danza y el ayurveda? Y finalmente, ¿quién ha sido tu maestro/a principal y cuál ha sido tu linaje?

  • Èlia Pujol
  • 2 abr
  • 2 Min. de lectura

Mi camino en las artes expresivas comenzó tras años de dedicación a la danza, pero fue en un momento de reflexión, a los 38 años, cuando entendí que no podía seguir sometiendo mi cuerpo a tanto esfuerzo físico. Fue entonces cuando descubrí la Danza Terapia, guiada por una de mis grandes maestras, María Fux, pionera en esta disciplina. Aunque mi intención inicial era formarme en su escuela en Argentina, terminé encontrando una formación en Danza Movimiento Terapia en la Universidad Autónoma de Barcelona, donde junto con otros pioneros, formamos la primera promoción de terapeutas en esta área.

A través de este proceso, fui reconociendo la importancia de escuchar a mi cuerpo y permitirle expresarse libremente, sin represión. A lo largo de los años, mi práctica se orientó hacia la danza consciente y experimental, inspirada por la obra de Anna Halprin, quien me mostró cómo el cuerpo puede convertirse en un vehículo de expresión auténtica y transformadora.

La danza me enseñó a conectar profundamente con mi ser y a cultivar una expresión creativa propia, sin la necesidad de imitar a otros. Esta experiencia me llevó a comprender la "intelectualidad corporal": enseñar a la mente a comunicarse con claridad con el cuerpo, sin distorsiones ni bloqueos.

Un momento clave en mi aprendizaje fue cuando, tras una intuición, descubrí una patología intestinal en mi cuerpo. En lugar de aceptar el diagnóstico de extirpación, utilicé el dibujo y la danza como herramientas para visualizar y comprender mi condición, lo que me permitió tomar el control y encontrar una solución sin necesidad de cirugía. Este proceso de "expresión" se convirtió en un ritual curativo, no solo para mí, sino también para mi comunidad y para el entorno. La danza, finalmente, se transformó en mi mentora, guiándome a moverme más conscientemente y a usar mi práctica para generar un cambio positivo.

Este recorrido me ha enseñado que la danza es mucho más que un arte; es una herramienta de sanación, transformación y conexión profunda con uno mismo y con el mundo.


 
 
 

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